A continuación reproducimos íntegramente un artículo de la página web ECOticias.com, en la que se habla de la edificación sostenible con todo lujo de detalles.
A día de hoy, la industria de la construcción consume el 50% de todos los recursos mundiales. En la ciudad de Nueva York por ejemplo los edificios son responsables de la emisión de más CO2 que la industria y los automóviles juntos, consumiendo en una hora la energía suficiente para iluminar una bombilla durante 20.000 años. Pero nuevas formas de construir y de crear las viviendas aportan soluciones y alternativas a esa sinrazón. BioCultura tendrá una sala dedicada enteramente a la bioconstrucción durante los 4 días de la feria en el próximo mes de noviembre en Madrid.
En los últimos años, se han ido incorporando a los edificios cientos de materiales basados en compuestos químicos sintetizados que no se encuentran en la Naturaleza en tales concentraciones, lo que implica que nuestro organismo no está preparado para el contacto con ellos. Según un informe de 2006 (1), el 70% de las personas que respiraron la nube de polvo producida por la caída del World Trade Center sufre enfermedades pulmonares. Se ha llegado a la demoledora conclusión de que, a la larga, el humo y los materiales en suspensión procedentes de las Torres Gemelas causarán más victimas que los propios atentados terroristas. Si a esto le sumamos que los sistemas de climatización son causantes de centenares de alergias, jaquecas, problemas respiratorios y que en sus conductos se reproducen enfermedades como la legionela, nos hacemos la siguiente pregunta: “¿Cómo hemos llegado a vivir en estos enormes contenedores herméticos, ineficientes, contaminantes y nocivos para la salud (2)?
HORMIGÓN, PLÁSTICO, AIRE ACONDICIONADO…
Para hacernos una idea debemos conocer algunos descubrimientos, responsables del paso de la arquitectura tradicional a la industrializada, que han modificado las soluciones constructivas a escala planetaria: El hormigón armado, los plásticos y el aire acondicionado. El hormigón aparece en escena en la exposición de Paris de 1855 y sus cualidades mecánicas revolucionan el diseño de estructuras. Pese a la cantidad de energía que consume su obtención, este avance está detrás del cambio de mentalidad y de la posibilidad de crear nuevas formas, manteniéndose, como podemos observar en la arquitectura de Carlos Raúl Villanueva, criterios de diseño capaces de aprovechar al máximo la fuente de energía principal del planeta, la luz solar.
Es tras la II Guerra Mundial cuando la industria bélica, que ha desarrollado decenas de materiales de síntesis para sustituir otros naturales como la madera, el látex o el corcho, ha de adaptarse a los nuevos tiempos de paz, fijándose en la construcción de viviendas como nuevo mercado para sus productos procedentes de los residuos del petróleo. Da comienzo así todo un mundo de nuevos productos sintéticos: aislantes, sellantes, impermeabilizantes, disolventes, resinas, aditivos, lacas, conductos… que hacen olvidar rápidamente las técnicas tradicionales. Todo ello e promocionado por una potente maquinaria propagandística que omite cualquier efecto negativo e introduce en nuestras casas metales pesados, amianto, cloro e incluso cianuro.
VIVIENDO EN CÁPSULAS
Pero no es hasta la expansión del uso de aparatos de climatización de aire cuando algunos empiezan a considerar la arquitectura como algo independiente del entorno y se ven capaces de hacernos vivir en cápsulas herméticas, despreciando el gasto de energía que implica. El aire acondicionado, un invento proveniente de la industria, se empezó a aplicar en espacios para personas en 1925, en el teatro Rivoli de Nueva York, pero no es hasta los años 50 que se generaliza su uso doméstico, sustituyendo las hasta ahora casas eficientes, que garantizan el confort gracias al diseño y materiales utilizados, por una nueva arquitectura con una libertad formal absoluta que consigue de la energía fósil lo que antes obtenía gratis del sol. Una libertad que entrega gran parte de la responsabilidad profesional del arquitecto a los ingenieros climatizadores y que convierte los edificios en grandes electrodomésticos con capacidad para albergar personas.
Pero esta corriente, con ser la dominante, no es la única y ya desde el principio contamos con visionarios como Fruto Vivas en Venezuela, que encuentra en la arquitectura popular un referente, entendiendo que las diferencias constructivas que hayamos en las distintas regiones son tácticas de adaptación al clima y no caprichos estéticos o convencionalismos. Ya en los años 50 ve en la casa de tapial del Páramo de Mucuchíes (3), en la de bahareque de Paraguaná o en el janoco warao, diferencias sustanciales que encierran conceptos útiles aplicables a las viviendas contemporáneas. Anticipa casas biotérmicas con sus “árboles para vivir”, la recuperación de las técnicas y materiales tradicionales o la autoconstrucción. También pronostica el descalabro de la arquitectura internacional y propone imitar los modelos de la Naturaleza para optimizar los recursos.
OTROS DISIDENTES
Otros disidentes de la corriente formalista imperante han preferido trabajar al margen, con materiales naturales, reutilizando desechos y desconectados de las redes de suministro, como Michael Reynolds, que crea en Nuevo México sus Earthships, viviendas autosuficientes donde confluyen soluciones a las que llegó la arquitectura tradicional y cuyos diseños están concebidos siguiendo los principios físicos que rigen la Naturaleza, o Johan van Lengen, arquitecto holandés afincado en Brasil, autor del Manual del arquitecto descalzo (4) y un pionero en la bio-Arquitectura. Pero la situación muestra signos inequívocos de que algo está pasando a escala planetaria. Nuevos proyectos rompedores y potentes son prueba de un cambio de paradigma. El fin del petróleo barato, la responsabilidad medioambiental y el sentido común están llevando a promotores, gobiernos e instituciones a apostar por una arquitectura razonable y consecuente con las urgencias del siglo XXI. De esta manera el Bank of America ha optado por un rascacielos ecológico en el centro de la Gran Manzana para su nueva sede; el One Bryan Park, el segundo edificio más alto de Nueva York, ahorra dos tercios de la energía, recupera el 70% del agua y limpia el aire de la zona donde se ubica gracias a métodos pasivos diseñados por Richard Cook y Robert Fox. La nueva Academia de las Ciencias de California, del arquitecto italiano Renzo Piano, incorpora una cubierta vegetal y es considerado el edificio museístico más verde del mundo; las obras de Richard Rogers en Europa tales como el Tribunal de Amberes y la Asamblea Nacional de Gales o las futuras granjas verticales en la ciudad que propone el doctor Dickson Despommier… marcan el principio del fin de la arquitectura irresponsable del siglo pasado.
LOS IRREDUCTIBLES
Afortunadamente no toda la arquitectura tomó el camino equivocado. Las revistas y medios internacionales propagaron la arquitectura del poder, las formas impactantes y caprichosas, los arquitectos estrella y el triunfo de la imagen comercial, pero, como hemos visto antes, algunos irreductibles siguieron investigando contracorriente, surgiendo opciones, movimientos, conceptos y teorías punteras y avanzadas en el campo de la sostenibilidad donde podemos encontrar lo que será la arquitectura del futuro si queremos mantenernos en un planeta habitable. Una arquitectura basada en los principios físicos de la Naturaleza, acorde con su entorno y que tiene en cuenta el ciclo completo del uso del edificio, desde la energía gastada en su construcción y mantenimiento, hasta el destino de los materiales después de la vida útil, preocupándose especialmente para que sean saludables para sus habitantes.
TENDENCIAS SOSTENIBLES
Expondremos algunas de estas tendencias sostenibles y contrastadas que pueden servir de base para la arquitectura del futuro, una arquitectura que se parecerá más en sus fundamentos a la del siglo IX que a la del XX y que se basa en un equilibrio entre los tres pilares que la rigen: el económico, el medioambiental y el social.
Arquitectura bioclimática. Es aquella que consigue un ambiente confortable en su interior a través del propio diseño, optimizando para ello la energía renovable de su entorno a través de sistemas de climatización pasivos, es decir sin aporte de energía exterior ni equipos. El término pasivo proviene del arquitecto Edwad Mazria y de su libro Energía Solar Pasiva publicado en los setenta. En él se analizan los principios de captación, almacenamiento y distribución de energía solar para cada tipo de clima, teniendo en cuenta los cuatro factores principales de la habitabilidad: temperatura, soleamiento, humedad y viento. Sus conclusiones remiten a la arquitectura popular de cada lugar como la mejor adaptada a su entorno.
Bioconstrucción. Es la construcción responsable que utiliza materiales saludables y que no dañan al medio ambiente, recuperando técnicas tradicionales e incorporando las tecnologías más recientes para diseñar edificios adaptados al clima, al lugar y a sus habitantes. Utiliza materiales biológicos, naturales y transpirables frente a los derivados del petróleo e incorpora sistemas bioclimáticos como los invernaderos, la geotermia, los muros Trombe o la masa térmica para climatizar la vivienda. También contempla el tratamiento de los residuos producidos en la vivienda y las fuerzas electromagnéticas que le afectan.
Arquitectura biomimetica. Propone un cambio hacia modelos más eficientes y efectivos basados en los sistemas vivos de la Naturaleza. Se basa en la certeza de que la evolución ha optado siempre por los caminos más rentables en términos de recursos y energía, encerrando una experiencia de 3.800 millones de años de desarrollo de la vida en la Tierra y teniendo en cuenta que nos afectan las mismas leyes. Así podemos idear sistemas de refrigeración evaporativa basados en los termiteros africanos, captar energía y calentar tomando como ejemplo el metabolismo de los reptiles o hacer estructuras ultraeficientes como el Poliedro de Caracas siguiendo las conclusiones del estadounidense Buckminster Fuller sobre el funcionamiento de la molécula de carbono.
Cradle to cradle. De la cuna a la cuna es un concepto ideado por el arquitecto William McDonought y el químico Michael Braungart en el libro del mismo nombre. Propone un cambio radical en el sistema productivo que derive en una segunda revolución industrial. Basándose también en los modelos de la Naturaleza incide en que el hombre es el único ser vivo que produce residuos y cuya actividad no genera más vida sino al contrario. Reúne conceptos de bioclimática, bioconstrucción y biomímesis junto con aportaciones como el supraciclado o los activos técnicos y se pueden resumir en que todos los materiales que usemos, tanto para la construcción como para el resto de la industria, han de ser o biodegradables, volviendo a la tierra en forma de abono, o reciclables indefinidamente con el mínimo de energía, un ciclo cerrado que incluye materiales técnicos como el aluminio o el acero, que descarta cualquier sustancia tóxica y que obtiene la energía de fuentes renovables.
LAS CIUDADES
Para terminar hay que hacer mención también a la ciudad donde se enmarcarán estas construcciones. Frente al urbanismo ya superado del siglo XX, basado en el uso masivo del automóvil, han surgido en Estados Unido y Europa nuevos modelos como el Nuevo Urbanismo, el Nuevo Peatonalismo o las Ciudades Slow que reaccionan ante el modo de vida estresante y deshumanizado imperante que atomiza a los ciudadanos y tiene como punto de encuentro y aprovisionamiento a los centros comerciales. Según la visión de estas tendencias el urbanismo será más compacto, más variado y mezclará los usos de oficinas con comercios y viviendas, restringiendo el acceso de los vehículos y con una escala mas humana.
Albert Einstein afirmó que los problemas importantes a los que nos enfrentamos no pueden ser solucionados con el mismo nivel de pensamiento que fueron creados. El resultado de aplicar estas teorías a la arquitectura y el urbanismo nos dará una cuidad mas parecida al resto de los sistemas biológicos de la Tierra, saludable, respetuosa con la biodiversidad y que contemple a toda la ciudadanía, teniendo en cuenta el reto de tener por primera vez en la Historia a la mitad de los casi 7.000 millones de habitantes del planeta viviendo en ciudades, resolviendo el problema de los barrios y las granjas y dando como resultado una ciudad diversa, justa, productiva, amable, acorde con su tiempo, enraizada al entorno, a la tradición histórica y cultural de cada lugar y con aire limpio que respirar.